
Para ello seis personas jóvenes y en buena forma física se sometieron a tres situaciones distintas. Éstos afirmaron tener más hambre, sentir un mayor deseo de comer y encontrarse menos saciados cuando estaban inactivos. Según el estudio, los resultados sugieren que la inactividad puede aumentar la percepción de hambre y disminuir la de saciedad, aunque actividades de baja intensidad como caminar tienen un efecto reductor sobre el apetito.